EL PLAGIO EN EL TRABAJO CIENTÍFICO. Rojas Soriano, Raúl, “Formación de investigadores educativos

El plagio ha existido simepre es un flagelo en el país, y me encontré éste ensayo que realicé de esta publicación en ese entonces, pero que ahora está más vigente: Rojas Soriano, Raúl.(1992) “Formación de investigadores educativos”, Edit. Plaza y Valdés, México Capítulo XVII EL PLAGIO EN EL TRABAJO CIENTÍFICO En un interesante artículo sobre “El fraude en la ciencia” (Revista Ciencia y Desarrollo, marzo-abril de 1988), Luis Benítez Bribiesca se refiere a algunos fraudes que se han cometido en el ámbito de las ciencias naturales. Dice Benítez que “estos timadores de la investigación incluso fueron capaces de usar el prestigio de una figura científica prominente y el nombre de instituciones de gran solvencia para avalar sus supuestos descubrimientos”. Otra forma de deshonestidad intelectual a la que se refiere Benítez es el omitir citas bibliográficas de trabajos de otros autores para resaltar el mérito propio. Este último fenómeno, que recibe el nombre de plagio, lo hemos observado con cierta frecuencia en diversas universidades. Lo curioso, y también lo más grave, es que los plagios no sólo los cometen los estudiantes sino también profesores, investigadores y funcionarios que gozan de cierto prestigio. La falta de una verdadera formación como científicos conduce a muchos individuos a apropiarse de ideas, información o aportaciones de diversos autores sin citar a éstos ni mencionar el nombre del título del libro o artículo correspondiente. Muchas personas lo hacen deliberadamente; otras desconocen la exigencia reconocida internacionalmente para elaborar un trabajo científico como lo es el de otorgar los créditos a los autores en los que nos apoyamos al realizar nuestras investigaciones. También en ocasiones se desconoce la forma de hacer las citas bibliográficas puesto que los planes de estudio de muchas carreras no incluyen materias sobre técnicas de investigación documental, en donde se enseñan este tipo de requisitos para redactar artículos científicos, proyectos de tesis o cualquier tipo de trabajo de investigación. El hecho de plagiarse los planteamientos de un autor constituye un acto de deshonestidad intelectual ya que, por un lado, no se proporcionan los créditos a los autores cuyos libros, artículos o documentos o artículos, utilizamos para desarrollar nuestras propias ideas; debe señalarse que no basta incluir en la bibliografía a los autores consultados; es necesario citarlos cuantas veces recurramos a ellos. Las referencias bibliográficas pueden ir inmediatamente después de escribir la idea o la información de nuestro interés ponerse al pie de página o al final del apartado, aunque recomendamos las dos primeras formas. Por el otro lado, se engaña al público que, en caso de desconocer las obras en las que se apoya el plagiario para elaborar su trabajo, pensará que el documento que lee es de la persona que asume la tutoría del texto. El plagio puede conducir a serios problemas tanto de demérito académico como de carácter legal ya que el autor a quien se plagia sus ideas o aportaciones puede entablar una demanda por la comisión de este delito. Desafortunadamente, muchos profesores no le damos la debida importancia al plagio y solo le llamamos la atención al alumno que comete este delito. Los docentes debemos hacer que los estudiantes conozcan la gravedad de dicho fenómeno a fin de que esta práctica bastante frecuente se destierre poco a poco de nuestro país. Recuerdo el caso de una profesora que participaba en un concurso de oposición para ocupar una plaza de tiempo completo en una escuela de la UNAM, y en el que fungía como miembro del jurado. La concursante nos había entregado por escrito el desarrollo de un tema sobre una técnica de comunicación como parte de las pruebas del concurso. Dicho trabajo contenía ideas de un documento elaborado por otra profesora a la que no se le daba los créditos respectivos. El plagio lo descubrí por mera casualidad ya que un día antes de discutir con la concursante su trabajo, me encontré por casualidad a la verdadera autora de dicha técnica, quien me obsequió un ejemplar de su trabajo en que se refería al asunto en cuestión. Como no tenía cosas que hacer en ese momento, empecé a leer el documento, percatándome entonces que éste era la fuente donde la concursante había extraído las principales ideas para desarrollar su trabajo. Y a en casa comparé ambos textos, comprobando el plagio. Al día siguiente expuse este hecho al resto del jurado y pedí que llamáramos en privado a la concursante para que nos explicase su proceder. La profesora nos dijo que no sabía que debía citarse a la autora del documento de donde había tomado las ideas centrales para elaborar su trabajo y que “había actuado de buena fe”. Le pedimos entonces que se retirara del concurso a fin de no exponer en público el plagio cometido y evitar que tan penosa situación afectara su vida personal y académica. La profesora se retiró del concurso cuando prácticamente había ganado las demás pruebas. Este fenómeno lo he observado en altos funcionarios universitarios. En marzo de 1985 en una universidad estatal el coordinador de la investigación científica leyó en el discurso inaugural de un ciclo de conferencias en el que tenía a mi cargo una de ellas, dos párrafos de uno de mis libros: El proceso de la investigación científica sin citar la fuente. Me sentí desconcertado y molesto. Sin poder hacer nada en ese momento a fin de no poner en evidencia al funcionario, le pedí a otro directivo que participaba en la conferencia que le transmitiera a aquél mi molestia por ese plagio. El coordinador de investigación científica me ofreció posteriormente disculpas aduciendo que la cita bibliográfica estaba en una tarjeta que se le había traspapelado en el momento de pronunciar el discurso. Tengo en mi escritorio un libro de Metodología de investigación en salud, en donde se concentran textos de varios autores. Dicho trabajo fue publicado por la Universidad Autónoma de Santo Domingo y de los doce capítulos de que consta el libro, seis pertenecen a mi obra: Guía para realizar investigaciones sociales. Otro capítulo del libro publicado por dicha universidad también pertenece a mi obra pero se lo plagia otra persona, coautora de aquel texto. Cito estos ejemplos para mostrar que el plagio es una práctica cotidiana que la cometen tanto estudiante como profesores, investigadores y funcionarios deshonestos. Antes de terminar es necesario destacar un fenómeno que a veces sucede al realizarse una investigación. Nos damos cuenta que las ideas que plantea cierta persona en un texto, y que son de utilidad para el trabajo que realizamos, las hemos también elaborado por nuestra cuenta coincidiendo, por lo tanto, con dicho autor. Nos sentimos satisfechos porque consideramos que vamos por el camino correcto pero también sentimos que es injusto que no se reconozca nuestro esfuerzo intelectual. Si este fuera el caso, recomendamos expresar la similitud de ideas en los siguientes términos: “estamos de acuerdo o coincidimos con tal investigador en la forma de abordar este problema”. Así, damos los créditos al autor respectivo, pero también expresamos nuestros aciertos y aportaciones como parte del trabajo intelectual que desarrollamos ya que dos o más científicos pueden llegar por diferentes medios a similares descubrimientos o ideas. Para evitar que nos plagien nuestras ideas es necesario registrar nuestros trabajos en la Dirección General de Derechos de Autor de la SEP a fin de protegerlos contra esta práctica vergonzA. El deseo de escribir estas líneas es con el fin de que los investigadores o quienes aspiran a serlo, reconozcan la importancia de mantener la honestidad intelectual en el trabajo científico.

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